Trece fueron las rosas cuyas espinas quedaron clavadas en el corazón convulso, violento, maldito de aquella Benemérita. Trece fueron, hermosas, las que desarmaron la injusticia del ladrón (el diminuto cabrito) de una república emérita. Cuarenta años de terror y otros cuarenta de nada. Para romper ese vicio habrá que tener amor, valor, persistencia, juicio. ¡Fuera toda violencia; que siempre castiga al pobre! Démosles con las letras de nuestras canciones, con la exacta contundencia de la Razón. No más aviones sobre Gernika. Nunca más un cara al sol. Nunca obreros a la sombra, y nunca más trece rosas que fueron miles. No más reyes si no abdican. Siempre el catorce, en abriles. Y a la clase obrera alfombra para que sobren las losas y no haya seres humanos en más rediles.