Réquiem por Sabina

Lloraban las izas por sus esquinas
la muerte del poeta que las amó.
Saltando de princesa en puta,
Joaquín Sabina,
con esa labia que las cantaba,
con esa lengua rota con que les daba,
sin permuta (austera, brava…),
hablando tanto de ellas,
las encantó.

De Granada al Oeste,
no hubo diligencia que no asaltara.
El bandido “Sin perdón” que, con su hueste
de señoritas de compañía nos conquistó,
ha muerto.
Mas yerto vive mientras recibe el calor
de rameras y cortesanas, de busconas y furcias,
y de fulanas y meretrices, y actrices del sexo y del valor.

Este hombre de letras y de conciencia,
y de bullas taurinas y de cabrón, nos dibujó un mundo
contradictorio,
de pena y puta, de juerga bruta;
en que no hubo coño que no asaltara
con devoción.

De China a Guadalajara,
no hubo princesa de esquina, desconsolada,
que el del bombín no se follara de corazón.

Qué dones tuvo el gachó!
¡Con qué lengua las amaba!
El día en que se murió, no quiso
salir el Sol y la Luna se negó
a alumbrar la noche oscura.
Y Magdalena lloró de pura pena…

Proxeneta honorario de tantas damas,
este Marqués de Mañara
que cada mañana en palangana ajena
se acicalaba…,
el hijo del yuta, que sin envidias ni celos
ni deudas ni aduanas con el Amor,
nos enamoraba con su verbo paradójico,
ha muerto.

Quisimos crionizarle, con su locura,
quisimos parar el tiempo, y no prosperó.
El tiempo no se para, dicen, que nos separa
del nosotros que fuimos, sin remisión.
Tanto dañó su muerte a las colipóterras,
y a sus madres por el yerno que las dejó,
que no hubo luto en el mundo en que se glosara
como, aquel día funesto, se le glosó.

Sí, insobornable, el tiempo camina y calla.
Pero esta vez no pudo con la razón…
de Estado, de sitio…, de rebelión.
Y hubo feria y confetis y traca y fallas,
que a las lumis y a Sabina nadie les calla;
que a chulos no les gana ningún mamón.

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