Morir por morir

Ya no hay ortiga que no crezca sola;
en este mundo, que ya es todo de ellos.
En esta Tierra vieja y sin cabellos,
los diez mil ricos se hacen la ola.

No hay instancia que no haya yo cursado,
ni hubo revuelta que no fuese mía.
más no hay mañana; ya no queda un día,
ni hay ilusiones… ni voluntariado.

Quédate tú, que nunca luchaste;
come los cardos que bien te has ganado;
sigue rezando al Dios del Mercado;
sigue violando a los que mataste.

Que no llevábamos un mundo nuevo
en ninguno de nuestros corazones;
que eran tan falsas aquellas razones
que a nombrarlas siquiera me atrevo.

No era el hombre bueno solo por nacer,
que hasta la bondad tenía su dueño;
nuestra independencia solo era un sueño
que ahora, ya despierto, no puedo tener.

No habrá día en que, al levantar la vista,
veremos una tierra que ponga libertad.
Hace tiempo que murió mi pubertad,
pero es hoy que ha muerto el anarquista.

Réquiem por Sabina

Lloraban las izas por sus esquinas
la muerte del poeta que las amó.
Saltando de princesa en puta,
Joaquín Sabina,
con esa labia que las cantaba,
con esa lengua rota con que les daba,
sin permuta (austera, brava…),
hablando tanto de ellas,
las encantó.

De Granada al Oeste,
no hubo diligencia que no asaltara.
El bandido “Sin perdón” que, con su hueste
de señoritas de compañía nos conquistó,
ha muerto.
Mas yerto vive mientras recibe el calor
de rameras y cortesanas, de busconas y furcias,
y de fulanas y meretrices, y actrices del sexo y del valor.

Este hombre de letras y de conciencia,
y de bullas taurinas y de cabrón, nos dibujó un mundo
contradictorio,
de pena y puta, de juerga bruta;
en que no hubo coño que no asaltara
con devoción.

De China a Guadalajara,
no hubo princesa de esquina, desconsolada,
que el del bombín no se follara de corazón.

Qué dones tuvo el gachó!
¡Con qué lengua las amaba!
El día en que se murió, no quiso
salir el Sol y la Luna se negó
a alumbrar la noche oscura.
Y Magdalena lloró de pura pena…

Proxeneta honorario de tantas damas,
este Marqués de Mañara
que cada mañana en palangana ajena
se acicalaba…,
el hijo del yuta, que sin envidias ni celos
ni deudas ni aduanas con el Amor,
nos enamoraba con su verbo paradójico,
ha muerto.

Quisimos crionizarle, con su locura,
quisimos parar el tiempo, y no prosperó.
El tiempo no se para, dicen, que nos separa
del nosotros que fuimos, sin remisión.
Tanto dañó su muerte a las colipóterras,
y a sus madres por el yerno que las dejó,
que no hubo luto en el mundo en que se glosara
como, aquel día funesto, se le glosó.

Sí, insobornable, el tiempo camina y calla.
Pero esta vez no pudo con la razón…
de Estado, de sitio…, de rebelión.
Y hubo feria y confetis y traca y fallas,
que a las lumis y a Sabina nadie les calla;
que a chulos no les gana ningún mamón.

Que fueron miles

Trece fueron las rosas 
cuyas espinas quedaron 
clavadas en el corazón 
convulso, violento, maldito
de aquella Benemérita.

Trece fueron, hermosas,
las que desarmaron
la injusticia del ladrón 
(el diminuto cabrito)
de una república emérita.
 
Cuarenta años de terror
y otros cuarenta de nada.
Para romper ese vicio
habrá que tener amor,
valor, persistencia, juicio.

¡Fuera toda violencia;
que siempre castiga al pobre!
Démosles con las letras
de nuestras canciones, 
con la exacta contundencia 
de la Razón. 

No más aviones sobre Gernika. 
Nunca más un cara al sol. 
Nunca obreros a la sombra,
y nunca más trece rosas
que fueron miles.

No más reyes si no abdican.
Siempre el catorce, en abriles.
Y a la clase obrera alfombra
para que sobren las losas
y no haya seres humanos
en más rediles.

La creación

Hay tres preguntas que el Hombre se viene haciendo desde la noche de los tiempos y que, los filósofos, empeñados en volvernos tan locos como ellos están (cuando no en engañarnos), no han respondido sino con evasivas, con descabelladas teorías o con artificiosos discursos, a menudo descargados en unos tochos inabarcables y que, como mucho, sirven para hacer ejercicios de levantamiento de peso: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

Para las personas de bien, las respuestas están en Dios. Y son tan antiguas como el propio hombre (y la impropia mujer que, en un pis pas, fue hecha por Dios de una costilla del primero; lo que me hace ahora caer en la cuenta de que el hombre tiene una costilla menos que las que inicialmente tenía. O sea que las que inicialmente teníamos eran impares, puesto que ahora son pares.

Los hombres somos seres creados por Dios a su imagen y semejanza, para gloria suya, y sobre todo porque se aburría, él solo en el Cielo, sin hembra con la que discutir. Así de simple. Y viene bien clarito en el Génesis, escrito por Moisés.

La creación del Hombre y del propio Universo duró siete días. Lo pudo haber creado en uno solo, pero ya sabía Dios que el siete iba a ser un número más bíblico y, en general, más venerable y significativo. Así, además de los días de la creación, en el libro del Apocalipsis, hay siete iglesias, siete sellos y siete trompetas y son siete los pecados capitales; igual que son siete los colores del Arco Iris, siete las notas musicales, siete los días de la semana y siete novias para siete hermanos. ¿Qué más pruebas necesitamos?

La Creación es no solo una obra monumental, grandiosa, inconmensurable, sino que también es el mayor milagro de todos los tiempos. Veamos:

El primer día creó Dios creó los cielos y la tierra. Los cielos son lo que está más allá de la tierra, salvo las estrellas y sus planetas que los crea más tarde, en concreto el cuarto día. En esta primera jornada de trabajo (Dios no necesita una larga historia laboral, porque no necesita pensión de jubilación), separó el Creador la luz de las tinieblas y llamó día a la luz y noche a las tinieblas. Obsérvese lo grandioso del milagro de crear la luz sobre la tierra sin necesidad del Sol, que, como estrella que es, lo crea tres días después. Aquí se ve el sin igual poderío del Señor.

El segundo día, creo Dios el cielo. Aquí se ve una aparente contradicción, pues el primer día, como se ha dicho, ya había creado los cielos, además de la tierra. Pero es solo una apariencia de contradicción. Este cielo forma una barrera entre el agua sobre la superficie de la tierra y la humedad en el aire. O sea que lo que crea en este segundo día es, dicho llanamente, la atmósfera; al otro lado de la cual está el Cielo 2. Y éste no tiene nada que ver con los cielos ni siquiera con el Cielo 1. Éste último, como sabemos, es el lugar en el que vivía Dios ya antes de la Creación. Dicho claramente: en el conjunto cielos no se encuentra este cielo del segundo día ni el cielo donde ya vivía Dios. Lo que evidencia la magnitud de la grandeza divina, su quehacer milagroso.

El tercer día creó Dios la tierra seca. Porque es claro que la tierra que creó el primer día estaba húmeda. Así que, separando el polvo de la paja (perdón por la broma), lo que hace el Creador en este día es ni más ni menos que hacer aflorar de las aguas de los mares, la tierra de pisar. Y no solo lo hace con esa facilidad que tiene para hacer las cosas, sino que además declara que esto es bueno; como no podía ser de otra manera. Pero no se conforma con ello, sino que en este día crea dios la vida vegetal; tanto los árboles grandes como la hierbecilla. Ahí es na. Ah, que se me olvidaba: y también declara que esto es bueno. Normal (que nadie piense que, si lo declara bueno después de hacerlo, es que se trataba de una improvisación. Pero no. Es una forma de hablar de Moisés, que es humano y puede errar).

El cuarto día, no conforme con todo lo anterior, Dios crea las estrellas y los cuerpos celestes, entre ellos el Sol y la Luna, como es de suponer.

Hasta este momento los cielos estaban vacíos, lo que era bueno, como ya había declarado el Señor, pero lo hizo aún mejor: llenó los cielos de objetos. Solo alrededor del Sol creó siete planetas (otra vez el número mágico). Y como es sabido por todos el Sol y sus planetas dan vueltas desde entonces alrededor de la Tierra que, al ser plana e infinita, sólo Dios podía hacer ese milagro.

Y por cierto, fue a partir de este cuarto día que empezó a contarse, por así decir, el Tiempo, que contiene (otro milagro) todo lo transcurrido desde entonces, es decir desde el cuarto día. Con lo que los tres días anteriores no forman parte de él. Son, por así decir, atemporales. Sí, porque es a partir de este cuarto día, y no del primero de los siete (que es cuando Dios separa la luz de las tinieblas), que empiezan el día y la noche, propiamente hablando, y por tanto a desplegarse el Tiempo. ¿Cabe mayor grandeza?

El quinto día crea Dios toda la vida en el agua y los pájaros.

Aquí hay un problemilla, que seguro que tiene una explicación. Problemilla que necesariamente debemos achacar al autor del Génesis, Moisés, al que se debió olvidar o no entendió algo de lo que le fue revelado por el Creador sobre su obra. Porque los insectos voladores son pájaros o qué son, Moisés, tío. Y encima los hay de tierra y de agua, por así decir. Luego, por tanto, hay dos momentos en los que crea insectos, uno primero, el quinto día, en el que crea Dios las aves y los animales marinos, y un segundo día, en el crea a los insectos voladores de tierra seca, pues también son y se pueden encuadrar entre los animales que crea el día siguiente, el sexto, porque al fin y al cabo, aunque esos insectos vuelan, la mayor parte del tiempo lo pasan en tierra firme, como el resto de los animales que viven sobre la misma. Ya si eso, cuando nos muramos y en el supuesto de que vayamos al cielo nos enteraremos bien del asunto, y de cualquier otro asuntillo que no hubiese sido bien transcrito de la revelación al papel; debiendo en todo caso disculpar a Moisés, que al fin y al cabo tuvo trabajo para aburrir: escribir el Génesis, los Diez Mandamientos, liberar al pueblo judío, separar las aguas del Mar Rojo, convertir su báculo en culebra delante de Yul Brynner y mandar las 10 plagas de Egipto. Bien se le puede perdonar un pequeño desliz. Ya tuvo tela que pudiera mantenerse a flote en un canasto de mimbre, en las entonces torrenciales aguas de río Nilo, siendo un bebé de tres meses…

Conviene aquí desmentir de una vez por todas la tontería esa de los dinosaurios. Existe toda una mitología sobre este asunto, más propia de la cinematografía que de cualquier otra cosa. Hasta se ha llegado a decir por los “científicos” que las aves son especies de dinosaurios y que las gallinas y los avestruces son directos descendientes del ¡tiranosaurio rex!. Jajajaja. ¡Venga hombre! Los dinosaurios no existieron nunca. Si Dios los hubiera creado no habría permitido su extinción, ni por un meteorito ni por nada. Toda la Creación sobrevive, como no puede ser de otra manera. Ni meteoritos ni glaciaciones ni na de na. Poner en duda la infalibilidad de Dios es sencillamente ridículo. ¿¡Cómo iba Dios a tener fallos!? Todos esos inventos son obra de Lucifer y de la Warner Bros, pero de éstos hablaré otro día…

El caso es que, al finalizar el quinto día y todo lo que en él creó, Dios declaró buena esa obra, como siempre. Pero para obra, para obrón, lo que hizo al día siguiente:

El sexto día, Dios crea todas las criaturas que viven en tierra firme (¡incluidos los insectos voladores que no son de agua?). Esto incluye todo tipo de criaturas no incluidas en los días anteriores y, ¡¡¡tatachán!!! ¡¡¡el Hombre!!! Este sexto día de la Creación pero tercero del Tiempo, fue sin duda el más importante, obviamente. No en vano toda la Creación no tiene otro objeto que servir al hombre; que, de nuevo no en vano, es el único de los seres creados por Dios que está hecho a su imagen y semejanza. Así que en este apoteósico día creó Dios todos los bicharracos que no vuelan ni nadan: las serpientes y culebras y toda clase de reptiles, las arañas, las hienas… y el Hombre, que incluye la mujer. En fin, todos los animales del suelo y el subsuelo y la primera parejita hombre/mujer. Y naturalmente, como en cada uno de los días anteriores, el Señor de los Cielos (o del Cielo que está al final de la Atmósfera, o del Cielo a secas) declara buena esta obra.

Así que ¿quiénes somos? Es obvio: somos el Hombre (incluida la mujer).

Pero si esta pregunta era fácil de contestar, porque prácticamente ya estaba contestada antes de que esos marrulleros llamados filósofos se pusieran a enredar sobre el origen del hombre y, los luciferinos científicos, comenzasen después a divulgar fantasiosas “teorías” (que no son más que eso, teorías, que no revelaciones) sobre “el origen de las especies”, el Big Bang, la Relatividad General y, por si fuera poco, la Especial, el mundo atómico y el subatómico, la Teoría de Cuerdas, el Multiverso, los universos paralelos, los agujeros negros, la constante cosmológica, el calentamiento global y su puta madre… Si la primera pregunta (¿quiénes somos?) era fácil de contestar, digo, la segunda no tenía misterio alguno. Pero ellos, venga, a liarla. ¿Qué de dónde venimos? ¡Del Creador! ¡De dónde coños vamos a venir! El peor invento de los luciferinos fueron los putos libros, y ahora, el más reciente, el puto Internet, la Wikipedia y las putas “redes sociales”. ¡Y sí, es cierto, me estoy cabreando! ¡Qué cojones! Ahora hasta el más tonto de los estudiantes de “físicas” se inventa una nueva “dimensión”. ¡Y lo “demuestran” “matemáticamente”! Ahí, venga a hacer fórmulas y más fórmulas que no entiende ni su puta madre. ¡Con lo sencillo que es todo! Pero Belcebú a lo suyo… Venimos del Creador. Punto. Ya lo dijo Guillermo de Ockham, fraile franciscano del Siglo XIII, que definió lo que se conoce como la “navaja de Ockham”, que no es otra cosa que “la explicación más sencilla es la más plausible”. ¿Y qué hay más sencillo que la Creación? Nada, pues no tiene misterio alguno, por mucho que se empeñen esos que, de tanto inventar, no se ponen de acuerdo ni siquiera en número de las “dimensiones que hay ¡¡¡Alto, ancho y largo!!! ¡¡¡¿Que es lo que no se entiende?!!!

Aunque, como no es oro todo lo que reluce, tengo que decir, para mi pesar, que el tal Guillermo de Ockham dio lugar a malentendidos. Lo que hizo que algunos de sus seguidores, como por ejemplo Jean Buridán (el del borrico), terminase por abrir la caja de los truenos, es decir la cosa de la “causalidad”, y que abrió una enorme brecha por la que se metieron a hacer daño Lucifer y sus miles de demonios. Sí, porque a las tres preguntas iniciales le empezaron a sumar otras muchas, otras muchísimas, que en este punto de la Historia amenazan con confundir definitivamente al hombre (y la mujer…). Galileo Galilei fue tal vez el principal culpable. Ya antes Copérnico había comenzado a tocar un poquito lo güevos, pero el Galilei este, un astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y físico italiano, según cuentan sus maléficos seguidores, fue el actor principal del Mal, con aquello de “Eppur si muove”. Si le hubieran quemado en la hoguera o, mejor aún, si la Santa Inquisición hubiese hecho su trabajo, ahora no estaríamos así. Pero como la Iglesia es de perdonar…

Venimos del Creador, que nos hizo. Hizo primero a Adán y luego de una costilla, como es sabido, hizo a Eva; Dios hizo la primera parejita y le dijo aquello de creced y multiplicaos. ¡Que vaya si lo hicieron, sobre todo si contamos como hombres (y mujeres) a los chinos y a los indios de la India…! Aunque, en honor a la verdad, tengo que decir que aquí Moisés debió meter otra vez la gamba al trascribir lo que le fue revelado, porque, si Adán y su costilla tuvieron tres hijos varones ¿cómo se multiplicaron sin pecar gravemente; pues salvo que la madre tuviese relaciones sexuales, con éxito, con alguno de los hijos, no hay nada que pueda explicar la descendencia posterior. Que fue mucha descendencia… Es verdad que Eva tuvo que ser un poco puta (dicho aquí entre nosotros), pero yo creo que la cosa tiene otra explicación, de la que nos enteraremos cuando, ya en el cielo (y no me preguntéis en cuál de los de los tres), los que consigamos alcanzarlo, tengamos acceso ilimitado a la Verdad. Entonces sabremos con seguridad qué fue lo que pasó verdaderamente con la tentación de Eva por la inteligentísima culebra, y de cómo la mujer le hizo pecar también a Adán. Igual que sabremos si entonces las serpientes y las personas hablaban el mismo idioma, o si cuando Dios condenó a la serpiente a arrastrase por la tierra (“Por haber hecho esto -le dijo- entre todos los animales, solo tú serás castigada. Tendrás que arrastrarte sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida”), solo pensaba en las serpientes de tierra estrictamente hablando, y no en las de agua. También sabremos cuando estemos en el cielo lo que lo consigamos, cómo se desplazaban las serpientes antes de ser condenadas a arrastrase por los suelos. Igual que sabremos, definitivamente, con quién tuvo hijos Eva, además de con su marido, o por qué Dios, que todo lo ve y todo lo sabe, buscase a voces a Adán y Eva por el Paraíso y les preguntase si habían comido del árbol prohibido (que ya es cojonudo que le hubiese puesto de nombre “Árbol del de la ciencia del bien y del mal”; que da cosita, y confunde, llamar «árbol de la ciencia” al árbol del conocimiento sobre el bien y el mal.

Pero, misterios o malas trascripciones aparte, lo que importa es que venimos de Adán y Eva. Por cierto que, estoy pensando que ¿si no hubiesen pecado, los gilipichas, su descendencia no habría sido condenada a ganarse el pan con el sudor de su frente (menos los políticos y los capitalistas) y no habría muerto ni uno de sus descendientes, por lo que hace tiempo que nos hubiéramos empezado a caer por todos los lados de la plana Tierra, como pasará en el año 2.921 en el Cielo; de lo que luego hablaré. De hecho, a estas alturas y dado el tiempo transcurrido desde la Creación, unos seis mil años según las fuentes cristianas más autorizadas (dos mil desde el nacimiento de Cristo y otros cuatro mil años antes) ¿cuántos millones de seres humanos seríamos, de no haber muerto ninguno? Desde luego no cabríamos en el mundo…

Seis mil años. Y ya me parecen demasiados. Porque ¿cómo iba a esperar tanto tiempo Jesús en venir a salvarnos? O peor aún ¿cómo habría esperado tanto si las teorías “científicas” tuviesen razón sobre la verdadera edad de la Tierra? ¿Habría esperado Jesús nada menos que 5.000 MILLONES de años en venir? ¿Cuántos millones de seres humanos no habrían podido conocer, en tal caso, la palabra de Dios hecho hombre y no habrían tenido la oportunidad de salvarse? Pero los científicos ¿están tontos o están tontos? ¿Qué será lo próximo? ¿Veinte mil millones? ¿Treinta mil? Pues no: la Tierra tiene seis mil años. Y punto.

Dios creó al Hombre (y a la mujer) el sexto día, tercero del Tiempo, y, como todas las demás, declara buena esta obra; que con toda seguridad es la más importante de la Creación, puesto que, como ya he dicho, nos creó a su imagen y semejanza…, aunque imperfectos, eso sí, dentro de la perfección de la Magna Obra. Otra aparente contradicción, pero que tiene la sencilla explicación de que esa fue la voluntad del Señor. Y solo aquellos que han sido ganados por la causa luciferina, se dedican a malmeter al respecto, porque se ve que no tienen otra cosa que hacer. Dios nos hizo imperfectos, pecadores, pero nos dio el libre albedrío, que es el quid de la cuestión. Nos hizo capaces de decidir a qué lado queríamos ir al Suyo o al del Mal, al de la salvación o al de la perdición, al del Cielo o al del Infierno. ¿Para qué hacernos pecadores, malos en definitiva y luego venir a salvarnos? pregunta algún luciferino… No lo desveló. Porque precisamente eso es lo que descubriremos cuando muramos y vayamos al Cielo o al Infierno. El caso es que Dios quiere que nos salvemos.

Así que, a los cuatro mil años de la creación del mundo y el universo, que ya me parecen muchos -¡y no a los cinco mil millones de años que dicen los ateos-, el Padre se hizo hijo y hombre y nos vino a enseñar el Padrenuestro. Pero de esto ya hablaré en otro momento, porque ahora lo que procede es hablar de la creación del hombre (y de …).

Pues bien, la verdad es que, además de lo ya dicho, la creación del hombre (y…), es un poco liosa porque, a pesar de que nos hizo a su imagen y semejanza, no solo hizo hombres sino también mujeres; lo que ha dado pie a esa raza de feministas supremacistas para defender que Dios en realidad es Diosa. Y ya puestos, los negros, que se apuntan a un bombardeo, se preguntan que por qué iba Dios hijo a ser blanco, con ojos azules y lacia melena al viento, habiendo nacido donde nació… y, como postre los gais, los trans, las lesbianas, los bisexuales y los intersexuales… ¿Qué pasa -se preguntan-, que nosotros no estamos hechos a la imagen y semejanza de Dios? ¡Los maricones…! ¡Será posible!

Y ya puestos, vamos a quitar la careta a esos progres que, como si fuesen aviadores de Chesterton, creen haber creado el vegetarianismo… Pues no: Dios nos hizo, nos ordenó de hecho, al menos inicialmente, ser vegetarianos. Así que esos progres que no comen nada más que lechugas y otros yerbajos, y que pasan de la Palabra Divina -comunistas de mierda, no han creado nada. El primer vegetariano de verdad es Dios -¡gilipollas, que os creéis el ombligo del mundo!-, que además nos ordenó serlo.  Aunque también he de decir que luego matizó esta orden “Todo lo que se mueve y tiene vida, al igual que las verduras, les servirá de alimento. Yo les doy todo esto. Pero no deberán comer carne con sangre; la sangre es vida” Génesis 9.3–4. (Esta aparente contradicción y otras de índole similar, han dado pie a los luciferinos para desmentir la autoría de Moisés sobre el Génesis, afirmando que en realidad esta obra suya la escribieron, a trozos, varios autores…. ¡Mentecatos! ¡Dios escribe derecho con renglones torcidos! ¡Dios no está sujeto a las normas de la lógica humana ni a ninguna regla! Como Creador, puede cambiar de opinión cuando quiera. De hecho, podría cambiar los diez mandamientos y decir, por ejemplo, que los hijos no deben honrar a sus padres y ordenar -al contrario- que los deben matar! Porque lo que es bueno es la voluntad de Dios; que no es Razón sino solo Voluntad, como dijo el sabio ya mencionado, Guillermo de Ockham; que como advierto en mi obra Del Derecho y del Revés, siguiendo a este gran religioso, nuestro Creador “podría ordenar arbitrariamente que se le odiase, cambiando así el mandamiento de que se le ame por encima de todas las cosas; pues se estaría condicionando, poniendo en duda, la omnipotencia divina cuando se admitiera que las cosas por sus propias esencias naturales puedan tener “modelos” o “ideas” a los que hubiera de conformarse la voluntad creadora de Dios. Para este fraile, filósofo y político, Dios obra libremente sin que su voluntad necesite ser iluminada por su razón. Más aún: este autor nos dice (¡echaros a temblar!) que Dios aún no ha decidido muchas cosas que afectan a nuestra convivencia…”. ¡Apretaros los machos, maricones!

Y el séptimo día descansó. Que no es que Dios necesite descansar, como es fácil de entender, sino que no creó nada más… en esos siete días. Pero ni siquiera a día de hoy ha dicho Dios su última palabra: “Dios aún no ha decidido muchas cosas que afectan a nuestra convivencia…”. Así, con el conocimiento que nos dio, es fácil suponer que, después de la Creación, decidió dar a luz a otras muchas cosas distintas de las que creó en aquellos siete días. Como las casas, los aviones, el móvil o los Bancos; que tanto afectan a nuestra convivencia. Yo diría incluso que la aparición de Pablo Iglesias no puede deberse sino a la voluntad creadora de nuestro Señor. ¿Acaso no detenta el don del conocimiento y de una cierta infalibilidad? ¿No se ve en él, ni él se ve a sí mismo como un Juan Evangelista, cuando menos?

Lo que sí estableció Dios como patrón definitivo de descanso, fue un día de cada siete. Fueron los hijos de puta de anarquistas los que, luchando despiadadamente contra los creadores de empleo, impusieron, después de aquel aciago primero de mayo de 1.886 en Chicago, la jornada laboral de ocho horas y un poco más tarde el día y medio de descanso, y luego los dos días; así como más tarde acabaron con los matrimonios de conveniencia proclamando el amor libre, de donde nace el divorcio, el aborto y la puta madre que los parió.

Pero volviendo al hilo: ¿A dónde vamos? Muy fácil: al Cielo o al mismísimo infierno.

Vamos al cielo si hemos sido buenos. Allí está Dios rodeado de todos los ángeles, menos los que están en misión especial, guardando a las personas vivas (los famosos ángeles de la guarda). Los ángeles y los que han sido buenos en vida corretean por las nubes de algodón, saltando como en las camas elásticas. No necesitan comer, porque ya no tienen cuerpo. Ni trabajar porque ya no necesitan comer y además están muertos. Así que se pasan toooodo el día jugando a saltar de nube de algodón a nube de algodón. Cuando se aburren rezan el ángelus, como es propio. Muchas personas se conocen de cuando estaban vivas. Y conocen a otros porque eran famosos en vida, cono Joe, el de Bonanza. La foto de familia es espectacular. Esta Dios sentado y no hay nadie a su izquierda. Porque Él siempre cumple sus promesas. Por ello están todos sentados a su derecha, a la derecha del Padre. Se hacen una foto de familia cada día, para que se incorporen a la imagen los recién muertos. Está calculado que de seguir muriendo gente con la misma media que ahora, en el 2.921, los últimos en sentarse se van a caer del cielo, porque, como dijo Estifen Joquin, el Universo no es infinitivo, y el cielo está en el Universo. Yo estoy pensando en NO tomarme las nuevas pastillas qua van a salir en el 2.024, hechas con células madre, y que dicen que alargarán la vida un güevo, porque con la mala suerte que tengo me toca a mí caerme por el terraplén del cielo finito.

Bueno, pues ya está. Esas son las respuestas a las tres preguntas de los cojones.

Llorad, amigos.


Han ganado los Pacos a los Azarías,
los Montesco y Capuletos a sus hijos,
los pijos a los pajes
los violentos a los pacíficos
los guerreros a los pacifistas
los traidores a los leales
los calculadores a los entregados
los judíos a los palestinos
los camisaparda a los judíos
los judíos a los bancarios,
los de cuadra a los de encina
los conquistadores a los conquistados
los recolectores a los labradores
los chivatos a los presos
los presos a sus víctimas
los verdugos a los condenados
los arrieros a sus mulos
los mulos a los alazanes
los duques a los siervos
los aceros a los hierros
los amos a sus perros
los cerdos a sus hermanos
los neandertales a los humanos
los Josés a los joses
los caimanes a los delfines
los ahora a los fines
la pose a la verdad
los cines a los libros
los cucos a los mirlos
los cardos a los lirios
el fuego al agua
el barro al agua
el desierto al agua
la charca al mar abierto
lo falso a lo cierto
el toro a la luna
el luego al aquí
el mí al nosotros
el otro al marido
la otra a la esposa
la caja a la fosa
el caso a la cosa
el soso a la salsa
el mohoso al musgo;
porque la avaricia no es pecado
ni delito,
ni altercado recibe,
y vive en campo cercado
han ganado los demonios a los ángeles
los carpinteros a los crucificados
los empresarios a los obreros
han ganado los japoneses a los chinos
los vecinos a sus vecinos
los cainitas a los caninos
los gatos a los ratones
las hormas a los zapatos
los batos a los listos
los más tontos a los tontos
los guijarros al camino
la vierna a la cebada
la paja al trigo
el higo a la uva
el sudor al que suda
el puñal a la espada
los puñales a las espaldas
la escalada a la montaña
la bruta fuerza a la maña
la campaña a la campiña
(y tú, mujer desconsolada,
que lloras por los rincones,
apenas has visto nada
vendrán esos valentones
de calzones altos
y bajos instintos;
vendrán a lo que vienen siempre
a violar tu voluntad
tu sexo y tu destino;
son los de ayer,
los primates primitivos
los que nunca son nombres
que son siempre adjetivos
los que dividen y matan
los que nos joden y atan
y nos llevan a confesar que hemos sido nosotros
los que te aguarán la fiesta a ti, joven que sigues de siesta;
los que te dirán, anciano, que ya no sirves,
que vayas pillando la puerta;
que vives improductivo demasiado;
los que han ganado
vuelven como golondrinas
a colgar sus güevos en tus balcones
vuelven esos camastrones
a golpear su pecho y tu cabeza
vuelve la bajeza de miras
la ley de la selva
el sálvese quien pueda
los que recogen tus pertenencias
cuando te lanzan de casa
los que pasan de lo que pasa
los que arrasan en los partidos
de fútbol
esos chungos, oscuros, lacayos
esos que besan la mano que les da de comer
esas hormigas que quieren ser cigarras
esas guarras almas vendidas
al mejor postor
los jamelgos que se ponen la brida
los cipayos, los cabos de vara
los que nunca dan la cara
la yunta
de los que toman fino a caballo
los que no entienden la música
ni la poesía
ni a Picasso
ni la filosofía
ni el ocaso de los dioses
los que crearon los miedos
del hombre de la lumbre
de la lanza y el pernal
esos que van de caza
y sacrifican al toro por amor
al arte
los esclavos esclavistas,
obreros capitalistas,
nihilistas que solo creen en el dinero
porque aún tienen mente simbólica
los irracionales arracimados
en torno al amo
los que comen de su mano)
esos han ganado y nosotros perdido.

Sin título constitutivo

La mañana era oscura como todas las mañanas;

como lo fueron las noches y los días;

como serían oscuras las mañanas los días y las noches

venideras;

como toda su vida fuera y sería,

como toda su vida fuera y sería…

¿Qué alegría podía haber

en su ausencia…?

¡Si cuando vivían no la había…!

Si cuando juntos soñaban,

soñaban tan distinto en el tiempo

y el espacio,

si carecían de instinto común,

si aun cuando se amaban no se amaban;

que fingían…

Ella ser su mujer

El que no lo sabía…

Maldita la hora, la vida, la muerte.

Maldita toda esperanza

Maldita la suerte de los amores comprados;

de los miedos tenebrosos,

de los misterios robados,

de los proyectos fingidos

de los anhelos inventados por el miedo,

de los cielos constatados como inclementes

infiernos,

de los inviernos separados

por veinte metros de suelo,

por ella buscados,

por ella buscados…

¿Qué alegría puede haber si cuando vivían… no vivían?

¿Qué alegría, ahora que están muertos?

Resurrección 

Me has matado tantas veces,

que esperaba este último crimen;

por mucho que quiera no puedo dejar de conocerte…

Pronto supe que no podía ser el hombre de tu vida,

por mucho que por tal me instituyeses;

que solo podía aspirar a ser

la única víctima 

de tus asesinatos en serie.

A otros puede extrañar, que no a mí.

Cuando se escapan tus recuerdos de sus prisiones;

cuando aquellos desprecios, aquellas paternas comparaciones , 

se presentan de nuevo ante ti;

cuando vuelven a abusar de tus carnes, 

y de nuevo 

sientes el pecado que cometiste… y vuelves 

a juzgarte sucia

¿qué otra cosa podrías hacer, que no fuera matarme,

por osar amar, por osar amarte…?

¿Cómo no querer acabar con aquello

que no eres capaz de sentir;

con aquello que no puedes entender…?

Te hicieron tanto daño… Te hiciste tanto daño…

Resucito a regañadientes, pero resucito,

solo para que puedas seguir tu instinto natural:

no puedo dejar que descargues tu puñal 

sobre otros inocentes.

Al fin y al cabo yo ya estoy acostumbrado.

Es la única forma de aherrojarte, 

de acotar al máximo el campo por donde 

campee tu impulso criminal…

Si pudieras sentir compasión…

Si pudieras no ser víctima y culpable… 

Pero no puedes; 

como no puedes decidir tu destino.

Solo puedes vengarte.

Sí, te hicieron tanto daño…

Pero no; no puedes ordenar tu destino, 

como no puedo yo dejar de resucitar

para evitar que acuchilles a otros.

¿Puede el pez dejar de morder el anzuelo?

Aquí estoy de nuevo, dispuesto a morir 

tantas veces como necesites odiar,

tantas veces como necesites sacar esa ira de tus entrañas;

tantas veces como necesites acabar con tu pasado;

tantas veces como necesites matar al incomprensible, al insolente, al injusto, amor.

He querido tantas veces liberarme, 

he querido tantas veces ser feliz,

he llamado tantas veces a la muerte

por no poder entender

que solo puedo morir 

cuando dejes de matarme…

Maldigo a quienes confunden

Maldigo a quienes confunden su derecho con la exclusión de los demás

Maldigo a quienes confunden violencia con rebeldía

Maldigo a quienes confunden género con sexo

Maldigo a quienes confunden paz con sumisión, con silencio, con …

Maldigo a quienes confunden independentismo con libertad

Maldigo a quienes confunden eugenesia con genocidio

Maldigo a quienes confunden el mal con la maldad

Maldigo a quienes confunden libertad con desenfreno, con haraganería, con venganza

Maldigo a quienes confunden opinión con noticia

Maldigo a quienes confunden virilidad con valentía

Maldigo a quienes confunden valentía con razón

Maldigo a quienes confunden Estado con Gobierno

Maldigo a quienes confunden democracia con mayoría

Maldigo a quienes confunden amor con pasión, con posesión, con dominación.

Maldigo a quienes confunden patriotismo con patrimonialismo

Maldigo a quienes confunden feminismo con hombrismo, feminidad con esclavitud y homosexualidad con progresismo

Maldigo a quienes confunden hombría con homofobia

Maldigo a quienes confunden dignidad con dinero

Maldigo a quienes confunden Poder con poder

Maldigo a quienes confunden solidaridad con beneficencia.

Maldigo a quienes confunden.

¿Por qué?

¿Por qué me ofendes así, Muerte,

que de mí no te enamoras?

¿Por qué esta suerte de agravio?

Si a los mejores te llevas

¿por qué no me dejas verte?

Si paso ante el menesteroso

y le socorro y amparo… 

¿Soy acaso insolidario?

Si yo nunca he sido avaro

ni tampoco mentiroso,

si he comprendido al contrario,

si he vulnerado el descanso

(que contra el séptimo día

he pecado tanto

sin quebranto de los otros,

para ganarme el pan,

que no tengo cuerpo

ni mente…

¿Cuánta gente te has llevado

con menos méritos? Dime.

¿Cuánto tengo que esperar?

¿Cuánto tengo que pagar?

Si siempre he sido nosotros,

si claramente he amado

en salud y enfermedad;

si he soportado la injuria,

el odio, la soledad, y me han dado golpes

como al que más

sin pecado capital en mi expediente.

Si en el portal de tu casa, Muerte,

llevo años esperando antes

que cualquiera gente,

si nunca he sido agraciado

con la suerte ¡Sé de mi pena quita!;

que nunca he sido nefando ni perverso

(sí soñador, no soñado);

si, andando tanto, he llorado

cuanto el Destino ha querido,

si llueve sobre mojado, Muerte,

si llueve sobre mojado…

¿Por nunca haberte temido?

Si a mis pares yo no amo

más que nuestros asesinos;

si, a mares, he soportado tormentas,

terremotos y motines carcelarios,

que he perdido alma y almario…,

que ya no tengo ni sino.

¿Qué tengo que hacer? Dime.

¿Cuánto tengo que pagar?

¿Acaso he de ser yo

quien se arrastre hasta ti?

¿No hay un modo más humano?

¿Más a mano?

¿Más temprano?

¿Más sutil?

Si tan consumatum est

mi vida, que ya solo tengo piel

para soportar tu herida;

si tú tienes el veneno

y yo no tengo ni angustia;

si queriendo yo morir

siendo tu función matar,

si consensus facit nuptias

¿por qué más tiempo esperar?

11 de abril de