Lo que es la vida…

 

De ser durante muchos años militante anarquista convencido, he devenido, por la tozudez demostrativa de los hechos, en nihilista que no cree en nada ni en nadie, ni siquiera en sí mismo. Pero sobre todo que no cree en la vida; que está sobre-valorada hasta límites patológicos.

No estoy de acuerdo con Schopenhauer, cuando, refiriéndose al suicida, dice que “Al destruir su cuerpo no renuncia a la voluntad de vivir, sino a la vida. Quiere vivir, aceptaría una vida sin sufrimientos y la afirmación de su cuerpo, pero sufre indeciblemente porque las circunstancias no le permiten gozar de la vida.” NO: La vida, la que es, y analizada en su conjunto, no es gozable.  La otra, “la vida sin sufrimientos” no existe. La que es, la soportamos por la misma razón que realizamos todos y cada uno de nuestros actos: por miedo. Por miedo a que lo que no sea vida, eso que llamamos muerte, sin conocimiento real alguno de ello, nos ha sido vendido como la quintaesencia del perpetuo padecimiento; salvo, claro está, para el que se ha sometido a las prescripciones de los vendedores de la vida. Que, ojo, no son menos sufridores de ésta, la que existe y nos venden, lo que ocurre es que, sus mecanismos de defensa, no les dejan otra opción que la de metérnosla por los ojos (y a veces por otros sitios, si los compradores son menores de edad), porque en realidad ellos son los más miedosos de todos.

Así que, sí, soy nihilista. Y sí también: lo soy por miedo.

Mi nihilismo, que lo defino yo, que para eso es mío, consiste, además de no creer en nada, ni siquiera en mí, en contemplar. Solo en eso. De ningún modo es militante. ¡Cómo podría serlo! De manera que es un nihilismo absolutamente pasivo, de nulidad radical, perfecto. Si alguien viene a contarme su historia, le oigo, pero ni le escucho ni le entiendo. Así que es tontería que me digáis nada. No perdáis el tiempo. A decir verdad, si escribo esto, es sólo para mí, para contemplarme en medio de todo cuanto me rodea, para regocijarme, para realizarme; que ya he llegado a esa última etapa en la que los humanos, tras darlo todo, sufrirlo todo y cagarla en todo, se interesan sólo -y hacen todo- cuanto no pudieron siquiera plantearse a lo largo de su vuda anterior, al tener que cumplir las normas dictadas por los que se dedican a dictar esas cosas de las que creen que sólo saben ellos o, aunque ni crean eso, lo hacen por ejercer el mando, y punto.

Y conste que no es una crítica. Es más, ni siquiera aseguro que sea así. En todo caso me da igual.

Muchas veces he pensado en suicidarme, pero siempre me he preguntado ¿Para qué? ¿Qué más da? Si al menos tuviera la seguridad de poder contemplarme en la muerte… Pero quién sabe… Lo estoy pensando. He de reconocer que curiosidad no me falta. Y aunque el miedo casi siempre vence a la curiosidad, no descarto la posibilidad de poder hacerle un regate.

En fin, que como mi nihilismo lo conformo yo, aquí sigo con este blog, regalándome a quienes, además de contemplarse a sí mismos, tengan miedo de perderse el final de mi “caso”.

Deja un comentario